viernes, 6 de agosto de 2010

Capítulo 3

LIA:

-¿Pero por qué gritas Irina?-pregunté sin cortarme un pelo delante de todo el mundo en medio de la calle y bien alto además.-¿no ves que nos mira la gente? Tienes unas cosas a veces de verdad…
Me callé. Vi miedo, temor, en aquellos anodinos ojos marrones, y entonces supe que me tenía que callar y no seguir por ese camino. Aparté la mirada, me acerqué más a ella, aunque sin tocarla. Me dirigí a uno de los bancos de madera, que estaban dispuestos en círculos y rodeados de palomas hambrientas, con ánimo de que Irina me siguiese, y como sabiendo en lo que pensaba caminó detrás de mí hasta el asiento. No sabía muy bien que decir, pues tampoco estaba al corriente del porqué del temor en sus ojos, siempre era tan misteriosa que no se sabía en lo que podía estar pensando. Después de unos diez minutos en silencio absoluto, una sentada a cada esquina del banco, me percaté de que su mirada estaba fija en un sitio, en algo que estaba analizando. Seguí la línea de su vista y ahí estaba: un grupo de chicos en las escaleras de piedra que bajaban a la calle principal hablaban sobre algo imposible de descifrar para mí. Cada uno de ellos era diferente, si los hubiese visto por separado jamás habría pensado que fueran amigos, era como si les uniera algo que no fuese la amistad, algo en común que les hiciese imposible separarse, como a nosotras, acerté a pensar. Por lo que pude observar mientras decidía qué decirle a Irina, dos de ellos parecían ser lo líderes del grupo, pues eran los que estaban de pie frente a los otros tres que permanecían sentados, inferiores.
Cansada ya de esa incomodidad entre mi amiga y yo me acerqué cuidadosamente a ella, tocándola ligeramente por el brazo para que reaccionase.
De repente la oscuridad, todo me daba vueltas y perdí la noción del tiempo y el espacio…hasta que unas imágenes fueron tomando forma. Olas. Un acantilado. La playa, y en ella dos personas: una muy conocida, la otra, familiar. El dibujo en mi mente se iba haciendo cada vez más y más nítido, hasta que alcancé a ver con todo detalle las caras de los dos protagonistas de mi visión: Irina y uno de los chicos a los que acababa de estar mirando. Todo parecía tranquilo, hasta que de un momento a otro el chico tuvo agarrada a mi amiga por el cuello, parecía que iba a matarla. Sin embargo, había algo raro en todo eso, ella no gritaba. La expresión de su cara demostraba que ya sabía que iba a pasar eso, que ya se lo había imaginado. Oscuridad otra vez. Mareos y vuelta a la realidad. Ahora era mi amiga la que me miraba a mí directamente a los ojos.
-¿Qué has visto? –su voz denotaba que seguía preocupada y asustada al mismo tiempo.
-Una playa, creo. No era muy claro. Pienso que es de esas veces que no es seguro que vayan a ocurrir, que hay alguna posibilidad de cambiarlas, por pequeña que sea…Estabais tú y uno de esos chicos- alargué el brazo señalando al más fuerte y grande de los que habíamos estado mirando hacía escasos segundos- parecíais felices, pero de repente él se lanzó sobre ti, aunque tú no gritabas…no parecías sorprendida. Irina, ¿lo conoces de algo?
-Es sólo cuestión de tiempo que yo le conozca, pues al parecer él ya conoce suficiente de mí.
En ese momento mi amiga se levantó y se fue sin decir nada más. Y allí estaba yo sola, con la mirada perdida entre la gente, cuando pocos minutos después yo también me levanté y me fui a mi casa siguiendo el ejemplo de Irina.

El sol me despertó cuando entró por las rendijas de las persianas. Era sábado y no tenía que ir al instituto, pero aún así iba a tener una mañana ajetreada pues iba a intentar averiguar todo lo posible sobre el chico misterioso que el día anterior había dejado tan trastocada a mi amiga y que por alguna razón la podía hacer daño en algún momento como bien pude ver en mi visión al tocarla. En seguida salí a la calle para buscar, o bien a él o bien a algo relacionado que me pudiese ayudar. Al primer lugar que fui fue al parque donde lo había visto por primera vez, con mucha suerte iba allí normalmente y me lo volvía a encontrar. Nada, como me esperaba. Me senté en un banco a pensar tranquilamente. ¿Dónde podía estar un chico como aquel un sábado por la mañana? Posiblemente, durmiendo, pero eso no me valía. Dando por improbable encontrármele de nuevo decidí que por el momento tendría que conformarme con saber al menos como se llamaba, pero eso tampoco era tarea fácil. Intenté acordarme con todo detalle de las imágenes que había podido guardar el día anterior del extraño chico por si algo me daba alguna pista que me fuese útil. De pronto me vino a la mente, llevaba una mochila en la que ponía claramente el nombre de un colegio que se encontraba a escasas manzanas de allí. Iba a ser más fácil de lo que pensaba descubrir quien era pues mi primo llevaba años yendo a ese instituto, así que mi próxima parada de esa mañana fue la casa de mis tíos. Después de un largo tiempo andando y de varios cambios de autobús conseguí llegar a la casa, donde fui recibida exactamente por la persona con la que quería hablar. Decidí que era mejor no andarse con rodeos y preguntar directamente, ya que no se me ocurría ninguna conversación que me pudiese llevar a sonsacar sutilmente la información que quería.
-Sean, ¿no conocerás por casualidad a un chico así con el pelo rapado, fuerte y bastante alto que va a tu colegio? De nuestra misma edad, si acaso un año más mayor.
Como sospechaba, mi primo iba a intentar averiguar porque quería saber yo aquello y estaba pensando en como hacerlo.
-¿Para que lo quieres saber?-él también optó por no andarse por las ramas- ¿algo en especial…?- se debió de dar cuenta que me estaba enfadando y que no tenía tiempo para aquello porque rápidamente añadió-sólo conozco a un chico así, iba a mi clase el año pasado así que te puedo enseñar una foto. –Se dirigió a su escritorio y de uno de los cajones sacó un álbum marrón que daba la imagen de ser demasiado viejo como para haberlo comprado él.- Este- me señaló a un niño que efectivamente estaba rapado, pero no tenía la expresión de la cara ni la mitad de dura que el que yo iba buscando.
-No, no es…¿no sabes de más?-entendí por la cara de mi primo que eso era lo único que podía ofrecerme.
De repente sonó el teléfono y Sean dejó la habitación. Yo algo decepcionada por mi fracaso cogí sin ganas el álbum otra vez y empecé a pasar páginas viendo las distintas clases por las que había pasado mi primo, pero sin darme demasiada cuenta de lo que miraba. Sin embargo algo llamó mi atención. Allí estaba, era mucho más pequeño y no tenía todavía ese corte de pelo, pero sin duda era el chico que llevaba buscando toda la mañana. Cuando mi primo volvió le pregunté enseguida si se acordaba de él, y en efecto lo hacía.
-Cómo para no acordarme. Leo Graves es su nombre, y se junta todos las tardes con sus amiguitos en el parque de al lado de mi instituto. Lia, no se que tendrás tú con él pero desde luego no puede ser nada bueno. Él no es de fiar, créeme.
-Ya, ya me he dado cuenta- dije todavía concentrada en la foto del chico acordándome de la visión que había tenido el día anterior.-Pero tranquilo, no es necesario que te preocupes por mí.-Y dándole un beso me fui contenta por lo que había conseguido. Esa misma tarde le esperaría en el parque.
Dieron las cinco de la tarde, y tenía previsto salir en busca de Leo alrededor de las seis. No obstante, y cuando me disponía a irme, Juliette me llamó muy preocupada pidiéndome que fuese corriendo al descampado de al lado de su casa. Por mucho que intenté poner excusas para no ir, al final tuve que hacerlo y dejar mi aventura para otro día, y como después pude descubrir era lo mejor que podía haber hecho.
Al llegar a la enorme explanada no vi a nadie así que empecé a moverme en busca de Juliette. No quería gritar porque no quería hacerme notar tanto, por si acaso, pero tras diez minutos dando vueltas sin encontrar nada, al fin cogí aire y chillé con fuerza el nombre de mi amiga. Chillé y chillé, pero no obtuve respuesta. Nada. Tanto misterio estaba empezando a mosquearme un poco, así que sin más dilación me dispuse a marcharme de aquel lugar que ya me estaba dando hasta miedo. Con un poco de suerte todavía podría llevar a cabo la misión que me había propuesto esa tarde. Sin embargo, por el camino decidí posponerla para el día siguiente, el cielo se estaba haciendo cada vez más oscuro y no tenía ganas de estar haciendo de detective aficionado en plena noche.
Otra vez nadie. Ni Irina, ni Juliette contestaban a mis llamadas, ya ni si quiera iban al instituto. ¿Se podía saber que estaban haciendo?
Tras una semana sin saber de ellas absolutamente nada, y sin tener suerte tampoco en el objetivo que me había puesto hacía días, decidí saber lo que había pasado con ellas minutos después de que Juliette me llamase aquella tarde, cuando oí por detrás de ella a Irina sin darle la menor importancia. Recordé todo lo que había escuchado de fondo para que me diese una pista de donde estaban. Pero nada. Ningún ruido, todo era silencio allí donde estuviesen... ¡silencio! Claro, ¿cómo no se me había ocurrido antes?
Llamé a la puerta decidida, esperando haber acertado en mis suposiciones, más que nada que sino iba a ser muy vergonzoso. Era la primera vez que iba a allí, pero después de todas las historias que Juliette me había contado sobre aquel lugar tan aislado, era como si hubiese estado mil veces. La puerta se abrió y, plantado delante de mí, un chico muy alto, ojos azules, moreno, me miraba desafiante. Ese debía de ser el chico del que tanto me había hablado mi amiga, y desviándome un poco en mis pensamientos me pregunté como ella no veía en él nada más que un amigo. Sin embargo, estas preguntas cayeron en el olvido cuando Gabriel me habló.
-¿Quién eres?
-Me llamo Lia, y estoy buscando a Juliette.
-Aquí no está- esto último lo dijo con un tono que no me agradó del todo- así que te puedes ir.
Vaya, la cosa no había empezado con buen pie. Quería tocarle a ver si podía ver algo, pero me pareció demasiado atrevido. Un sentimiento de decepción me invadió al descubrir que mis amigas no estaban allí tampoco y que tendría que seguir buscándolas. De repente, y cuando la puerta se estaba cerrando, vi aparecer una mano alargada seguida de la cabeza de Juliette.
- ¿Se puede saber por qué habéis estado aquí todo el tiempo sin avisarme ni a mi ni a las demás?- tanto misterio me estaba empezando a poner nerviosa, pues ya llevábamos alrededor de quince minutos sentados en los sillones de aquella casa tan luminosa y nadie había dicho nada.
- Veamos…-Irina al menos lo intentaba, pero no parecía del todo segura de lo que iba a contar- ¿recuerdas el día ese que nos encontramos en el parque?- al fin alguien iba por dónde yo quería.
- Sí, claro lo recuerdo perfectamente. Te comportaste de una manera muy rara, y me quedé preocupada.
- Más preocupada me quedé yo cuando me contaste que aparecí en una de tus visiones, y con quien estaba. Ese chico al que viste, ese…lo que sea que es, lleva persiguiéndome desde hace tiempo y…
- Y no es bueno.- No era algo raro que Juliette terminara una frase de Irina cuando ésta se sentía incómoda hablando del tema- Según ella nunca ha vista nada igual y me lo creo, porque el temor que siente cada vez que se lo imagina no se lo deseo a nadie.
Seguían sin contarme nada, así que más nerviosa aún dije, quizás demasiado alterada:
- ¿Me vais a contar lo que pasa de una vez?- sin querer ese reproche fue dirigido sólo a mi amiga de pelo oscuro, y noté como Gabriel me miró con odio por eso.
- A eso vamos- indicó Irina intentando calmar el ambiente.- Cuando me fui del banco me encaminé directamente a casa de Juliette para contarla lo sucedido dado a que ella ya estaba en parte al tanto. Como Gabriel estaba con ella se lo tuvimos que explicar también a él, con la casualidad de que al describirle al chico nos supo decir quién era con total exactitud…
- Leo, -me adelanté yo para que se dieran cuenta de que yo también sabía algo- se llama Leo. Va al instituto de mi primo y le llevo buscando una semana. Intenté contároslo pero ninguna dabais señales de vida.
- Es mejor que no le busques, ni te acerques tú sola a él, por eso te llamamos aquel día. Él – dijo mientras me señalaba a su amigo- nos contó que le conocía, y también por qué y cómo lo hizo.
Miré a Gabriel que todavía no había abierto la boca, y sinceramente tampoco creía que lo fuese a hacer por el momento.
- ¿No has visto nada sobre eso?
- Pues no – dije nerviosa, desesperada por respuestas-sólo veo cosas
del futuro, nada del pasado.
- Está bien. Resulta que Leo es uno de sus pacientes. Cuando eran muy pequeños y Gabriel todavía no sabía los efectos secundarios de sus poderes, vio a un niño tirado en el suelo sin nadie que le ayudase, así que se acercó a él y al ver que estaba sangrando le curó.
Quería hablar, interrumpirles y decirles que fuesen al grano para que me contasen todo lo que pasaba, porque sabía que se guardarían algo.
-Desde ese momento, y como ya sabes, siente todo dolor que Leo siente.
Percibí como el chico le lanzaba una mirada a mi amiga de desaprobación, como si no quisiese que nos contase todo sobre su don, pero a pesar de que no era muy observadora lo noté.
- ¿Y qué hay de malo con eso? Le pasa lo mismo con todas las personas- salté hablando demasiado rápido, como solía hacer, total al chico ya no le gustaba demasiado.
- ¡La diferencia es que las otras personas no se hieren a sí mismas con tal de verle sufrir cada vez que está cerca, Lia!- oficialmente había roto la línea fina que tenía Juliette entre la calma y la tempestad.- ¡O es que no te das cuenta de que lo único que estamos intentando es protegerte?!Ya ha sido capaz de encontrar a Irina, no tardará mucho en encontrarnos a las demás, y en mi opinión alguien que se hiere a sí mismo para hacer daño a otra persona no es muy de fiar.
- Tranquilidad.
Esa palabra sonó tal y como quien la pronunció parecía de pie en el medio de la habitación, solemne, magnánima e incluso irónicamente agresiva. Juliette se calmó, Irina se dejó caer un poco más relajada en el sofá y yo respiré hondamente. El silencio que se produjo se mezcló con la armonía de las blancas paredes. Sabía que ahora le tocaba el turno de hablar al chico de ojos azules que ni siquiera me habían dirigido una mirada, ni a mí, ni a Irina.
- El caso es – empezó de forma algo tranquila- que Leo no era antes así. Fue a partir de que descubrió sus poderes- tragué saliva interrumpiendo, no sabía que aquel misterioso chico pudiese hacer cosas sobrenaturales también- Todo ocurrió hace unos años; en el colegio siempre nos veíamos pero nunca nos decíamos nada a pesar de que los dos sabíamos que nos unía algo muy fuerte, aunque claro, yo sabía que era y él no. Sin embargo un día estando yo a varios metros, incluso podría decir kilómetros, se pegó a sí mismo, así de repente sin más explicación.- Incluso ahora que estaba contando algo que debería alterarle de alguna manera, el muchacho que estaba plantado delante de mí seguía sin mostrar un solo sentimiento en su expresión- Ese golpe…ha sido el más fuerte que he recibido jamás. Entonces en ese momento lo comprendí todo, Leo, la bestia, se había desatado.
Hizo una pequeña pausa, lo suficientemente larga para que Juliette, que era la única que se atrevía a hablar en ese momento, lo hiciese:
- Los poderes se pueden manifestar a cualquier edad, y puedes llevarlos de una manera u otra, y al parecer nuestro violento amigo no los llevó de la mejor posible- noté como respiraba hondo- ni los lleva. Según Gabriel a lo único que se ha dedicado desde que se descubrió a sí mismo es a encontrar otros como él, como nosotras, e intentar destruirlos. En su defecto sólo les daña, pero nada muy grave porque piensa que le pueden ser útiles en un futuro, como hace con él.
Pude ver como el chico de ojos azules y mi amiga se miraban, e incluso éste esbozaba una ligera sonrisa, pero sólo a ella, por haberle quitado el peso de terminar la historia y quizá por algo más.
- ¿Entonces qué podemos hacer?- mis nervios me podían.
- Lo único que podemos hacer es esperar, hasta que él haga algún movimiento más en contra de nosotras…
- No quiero llegar a la situación de la visión de Lia- Irina por fin volvía a tomar parte de la conversación tras un más que prolongado silencio.- ¿Crees que se lo deberíamos contar a Alex?
- Hombre, pues no le va a hacer mucha gracia que no lo hagáis- odiaba cuando hacía preguntas tontas cuya respuesta estaba más que clara- así que cuanto antes mejor.
- ¿Irina, y si haces de gancho para acelerar el proceso?

Las ideas de Juliette podían no ser las mejores, pero casi siempre eran las más efectivas a la larga. Lo de “el fin justifica los medios”, ella lo tenía grabado en su cabeza.
- Las dije que no se retrasaran- parecía algo nerviosa ante la tardanza de las demás.
- Nicky no va a venir, me dijo que tenía que hacer no sé que con su prima…pero vete tú a saber si eso es verdad-ya todas nos conocíamos lo fácil que le era mentirnos- Y Alex tendrá que estar al venir ya…no es normal que se retrase tanto.
- Ya estoy.